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Cuba After the July 11 Protests Header

聶Trick or treat? La situaci籀n pol穩tica cubana en 2021Rafael Hern獺ndez

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Abstract: El cambio en la cultura pol穩tica, la crisis econ籀mica, el relevo del liderazgo, el efecto de la pandemia, convergen con la transici籀n socialista cubana en una tormenta perfecta. No hay una crisis de gobernabilidad ni se precipita una guerra civil, pero repensar y recrear la pol穩tica es un desaf穩o mayor que reestructurar la econom穩a. El aislamiento ideol籀gico internacional agrava la situaci籀n. Se requiere refutar las verdades aceptadas en el sentido com繳n dominante sobre Cuba, a partir del an獺lisis concreto de la sociedad real: discutir el supuesto encadenamiento del 27N y el 11J hacia una escalada de explosiones sociales, la rebeli籀n de los negros, el conflicto generacional, la sociedad partida en comunistas y anticomunistas, la vuelta a la idea de la zanahoria y el garrote por EEUU. Y colocar el problema de las manifestaciones m獺s all獺 de voluntarismos y normas, en el contexto pol穩tico que les otorga significado.
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Cuba inici籀 la transici籀n en curso cuando se desencaden籀 la crisis del Periodo especial, en los tempranos 90. Su manifestaci籀n primordial se expres籀 en la 穩ndole de la relaci籀n sociedad civil-Estado, especialmente, en la cultura pol穩tica, con la emergencia de nuevas ideas y creencias, conductas y comportamientos reales de los cubanos. Apreciar esa diferencia cultural requiere ir m獺s all獺 de los discursos a favor y en contra, pero sobre todo, entender la pol穩tica como inseparable del sistema en su totalidad.

La crisis marc籀 de manera m獺s profunda e indeleble las relaciones sociales, las actitudes y las ideas sobre el socialismo que el funcionamiento del sistema econ籀mico. La velocidad de la ca穩da, la escasez abrupta y generalizada en sectores b獺sicos --alimentos, energ穩a, transporte--, la p矇rdida del empleo y del poder adquisitivo, la extensi籀n del mercado negro, tuvieron un mayor calado que en la actualidad. La sociedad tambi矇n estaba menos preparada para anticipar el gran apag籀n que se cerni籀 sobre la vida cotidiana. La incertidumbre apareci籀 de pronto en una sociedad acostumbrada a un orden meritocr獺tico, sobre el cual se constru穩an proyectos de vida. La entrada en un t繳nel sin luz perceptible a la salida lo puso todo en suspenso.

Aunque una comparaci籀n macroecon籀mica en abstracto no capta las profundas diferencias entre la vida cubana en el Periodo especial y en el presente, vale la pena detenerse en aspectos concretos del cambio econ籀mico que algunos analistas parecen haber olvidado.泭

Cuando el gobierno comprob籀, en 1991-93, que no se pod穩a salir de la crisis con los mecanismos que antes funcionaron, puso en acci籀n otros nuevos. No eran un paquete de reformas, pero pararon la ca穩da. Abrieron el camino a una recuperaci籀n, de manera gradual y limitada.

El Periodo especial dio lugar a m獺s familias con parientes en el extranjero y dependientes de sus d籀lares; m獺s emigrados de visita; una cantidad creciente de trabajadores legales al margen del Estado, incluyendo un n繳mero de productores agr穩colas privados muy superior a los estatales. La industria nacional ya no fue el az繳car, sino el turismo extranjero, que dej籀 pronto de estar encerrado en cayos y hoteles exclusivos, y entr籀 en contacto hasta el fondo con la sociedad cubana. Antes de que el primer Papa se lo preconizara, la isla no hab穩a tenido otra opci籀n que abrirse al mundo, y el Estado hab穩a dejado de ser el 繳nico proveedor.

Ha pasado m獺s de un cuarto de siglo desde entonces. Ser穩a dif穩cil exagerar la huella de esos a簽os sobre esas fuerzas productivas llamadas los trabajadores, ni sobre esos actores de la sociedad civil llamados los ciudadanos. De manera que al contrastar la circunstancia de 1991 y la de 2021, resulta imposible interpretar el significado de lo econ籀mico y social como dimensiones separadas de lo pol穩tico, lo ideol籀gico y lo cultural.

La manifestaci籀n p繳blica violenta ocurrida el 5 de agosto de 1994 fue una reacci籀n an籀mica, es decir, una expresi籀n de ruptura de normas y valores establecidos, provocada por la crisis. No fue una se簽al de ingobernabilidad ni mucho menos de guerra civil, sino una alteraci籀n del orden p繳blico, pero orientada desde el inicio hacia una salida migratoria. De hecho, inici籀 un nuevo flujo de salidas, que contribuy籀 a reducir tensiones y a darle un significado in矇dito a las remesas en la econom穩a familiar.

Como fen籀meno pol穩tico, la crisis de los balseros de 1994 expres籀 un cambio en las percepciones sobre la salida del pa穩s, que llevar穩a a despenalizarla definitivamente y a ponerla en camino de hacerse normal. Los que se iban ya no eran exiliados, ni escoria, ni gusanos, ni nada. De hecho, la reconciliaci籀n con los emigrados se volvi籀 cada vez m獺s real, en su significado b獺sico: las relaciones intrafamiliares. Los v穩nculos entre los residentes en la isla y fuera del pa穩s tomaron un curso propio. La pol穩tica se fue amoldando a ese nuevo curso.泭

Antes de que Fidel dejara el gobierno (2006), y de que Ra繳l iniciara las reformas hacia un nuevo modelo socialista (2011) y una nueva Constituci籀n (2011), ya el Estado cubano hab穩a empezado a operar en circunstancias nuevas para el ejercicio del poder pol穩tico. Estas circunstancias inclu穩an el consenso m獺s heterog矇neo de los 繳ltimos 60 a簽os; una mayor diferenciaci籀n de grupos sociales, desigualdad, pobreza; una sociedad vasocomunicante con el mundo, que entra y sale como nunca antes; y una conciencia m獺s aguda y compartida acerca de todo esto.

Si la crisis del Periodo especial golpe籀 de manera m獺s inesperada, repartida y relampagueante a todos los cubanos que la actual, entonces no hab穩a un desgaste pol穩tico acumulado, ni se hab穩a alcanzado el punto de fatiga que existe hoy. Ahora no hay apagones de 16 horas, como en 1993-94; pero su impacto es muy superior, como demostr籀 el 11J.

En ese contexto social y pol穩tico, las expectativas de los gobernados ya no son que el gobierno se comporte como el gran proveedor de antes de la crisis. Al mismo tiempo, las actitudes y conductas de los ciudadanos hacia las instituciones y el funcionamiento del sistema se han vuelto m獺s exigentes e impacientes, a medida que las pol穩ticas anunciadas no han despegado. El programa de gobierno acordado hace diez a簽os y las resoluciones de dos congresos del Partido se han quedado trabados en procesos legislativos inconclusos, o que producen regulaciones contrahechas, nacidas de enfoques incompatibles y tomas de decisiones incompletas. Una premisa fundamental de la eficiencia econ籀mica y de la participaci籀n ciudadana en el nuevo modelo, la descentralizaci籀n, sigue siendo una meta pospuesta.

Todo este cuadro de problemas ya estaba ah穩 cuando el nuevo gobierno se instal籀 hace apenas tres a簽os. Haberse definido con la consigna "Somos continuidad" no le transfer穩a un capital pol穩tico hist籀rico, que no se hereda ni se convierte en consenso. Proponerse la unidad en la Cuba que le ha tocado gobernar requiere construir consenso propio, con un cr矇dito de entrada mucho m獺s limitado. Generar ese consenso alude a todos los ciudadanos, no solo a los revolucionarios.

Las reacciones suscitadas en la sociedad, incluidas las manifestaciones de calle, son inseparables de la situaci籀n descrita arriba. Su causa eficiente fue la demanda de alimentos, medicinas, falta de luz y asfixia por el apogeo de la Covid en medio del candente verano.

A pesar del manejo efectivo de la Covid, en cuanto a minimizar muertes, la percepci籀n de ineficacia del nuevo gobierno ha aumentado, por el agravamiento de la pandemia, los costos colaterales del Ordenamiento y la demora acumulada en la aplicaci籀n de medidas de reforma anunciadas. En esa coyuntura cr穩tica, la imagen del vaso medio vac穩o tiende a prevalecer, especialmente entre los que, sin oponerse activamente al sistema, no tienen el compromiso pol穩tico de preservarlo.

Aunque esta descripci籀n no contiene todo el malestar que la transici籀n provoca, interpretar las protestas como crisis de gobernabilidad resulta un exceso. Ese diagn籀stico descarta los medios a繳n disponibles en las instituciones estatales y pol穩ticas para hacerse cargo de la situaci籀n.

Aunque la crisis, agravada por la Covid, ha puesto en tensi籀n al sistema, y lo ha llevado a un punto cr穩tico en cuanto a servicios reconocidos, como la salud p繳blica, el gobierno ha logrado rebasar el peor momento, alcanzar eficacia con sus propias vacunas, restaurar niveles de seguridad humana por encima del resto del hemisferio, planear la recuperaci籀n de la econom穩a del turismo, y revelarse capaz de mantener el orden. De manera que no es un estado fallido.

La crisis no debe confundirse con un cisma que divida a la sociedad en dos bandos, y cuya soluci籀n est矇 en una salida violenta o pactada entre fuerzas pol穩ticas que se est矇n disputando el poder, ni reclame una intervenci籀n humanitaria. Atribuirle al campo de lo simb籀lico la potencia para convertir el campo de batalla de las redes en un conflicto social como una guerra civil confunde la pol穩tica con el universo del discurso.

Si EEUU vaticinara que un estallido social en gran escala estaba en ciernes, habr穩a situado una l穩nea de guardacostas y buques de guerra en el estrecho de la Florida para anticiparse a una crisis de balseros como la de 1994, y preposicionarse para una posible intervenci籀n humanitaria en un escenario de guerra civil. En cambio, parece en camino a revisar la pol穩tica de remesas y a restablecer el staff del Consulado en La Habana, a fin de reactivar el mecanismo para una migraci籀n ordenada, congelado desde el verano de 2017.

Si EEUU creyeran que est獺 en curso una crisis de gobernabilidad, y quisieran propiciarla, dej獺ndose arrastrar por el exilio duro de Miami, no habr穩an desautorizado sus llamados a un puente de solidaridad para recibir a los que escapan del comunismo en aguas internacionales, ni expresado categ籀ricamente su determinaci籀n de impedirlo, mediante acciones de deportaci籀n efectivas.

Sin embargo, en el sentido del aislamiento ideol籀gico, los enemigos del gobierno y del socialismo cubano han logrado poner a circular un conjunto de verdades aceptadas, caracterizadas por haberse convertido en el sentido com繳n prevaleciente sobre Cuba.

Estas visiones, que describen una Primavera 獺rabe cubana causada por los celulares, acumulan im獺genes que valen m獺s que mil palabras, y una marea de representaciones que pretenden decir mucho, pero profundizan poco en la sustancia de los hechos y su significado.

Verdades aceptadas sobre el campo pol穩tico y las manifestaciones en Cuba.

"El Arte guiando al pueblo: el camino entre el 27N, el 11J y lo que vendr獺."

El cine, el teatro, la pl獺stica, la literatura se politizaron especialmente desde la crisis de los 90. Los artistas que iniciaron el 27N no estaban discutiendo con los dirigentes de la cultura por primera vez. En 2013, un grupo de cineastas conocido como G20 se empez籀 a reunir por su cuenta, en actitud discrepante de las pol穩ticas implementadas en el cine para aplicar el VI Congreso del PCC (2011). Fueron escuchados.

Basta asistir a las representaciones del teatro cubano para saber que los teatristas han ganado un rango de libertad de expresi籀n pol穩tica descomunal. Tambi矇n se han entrenado para discutir con las instituciones de la cultura, y saben que pueden presionar por un di獺logo con esos dirigentes, porque lo han hecho antes y han sido escuchados.

Antes del 27N, el anuncio del decreto 349 del MinCult, que se propone controlar la producci籀n art穩stica, fue recibido con una reacci籀n en cadena negativa instant獺nea, que conllev籀 reuniones con m獺s de cinco mil artistas y escritores en todo el pa穩s. El decreto est獺 paralizado y dif穩cilmente se aplique.

Los artistas que desencadenaron la sentada del 27N no se identificaban como antag籀nicos al sistema socialista ni al gobierno, ni se identificaban con los objetivos del Movimiento San Isidro (MSI), ni aceptaban apoyo del gobierno de EEUU.

No eran j籀venes de los barrios pobres y m獺s negros de La Habana, sino m獺s bien blancos de clase media. Se hab穩an reunido en torno al rechazo de lo que percib穩an como censura contra terceros y una violaci籀n del debido proceso, y opuestos a lo que ellos percib穩an como acciones policiales arbitrarias, cuya 穩ndole rechazan, porque ma簽ana les pod穩a tocar a ellos.

Seg繳n toda la evidencia gr獺fica, as穩 como los testimonios de los protagonistas que entrevist矇,[1] entre los primeros 24 integrantes de la sentada frente al MinCult no hab穩a a繳n l穩deres del Instituto Internacional de Artivismo Hannah Arendt (INSTAR), los del Movimiento San Isidro (MSI) ni ninguno de los medios de oposici籀n. La mayor穩a de ese grupo inicial no se hab穩a puesto de acuerdo para concurrir a esta manifestaci籀n. Tampoco la mayor穩a de los iniciadores se identificaba entonces con una l穩nea radical antigobierno.

Los grupos pol穩ticos antigobierno que contaban con una organizaci籀n previa, como los mencionados arriba, s穩 lo hicieron. Aunque no parece haber articulaci籀n entre esos nuevos disidentes con la vieja guardia de las organizaciones que han caracterizado a las sucesivas generaciones del anticastrismo, s穩 lograron una posici籀n influyente en el grupo del 27N. Al punto de que dominaron 48% de las intervenciones realizadas en el di獺logo con la dirigencia de Cultura.

La din獺mica posterior al 27N llev籀 a la polarizaci籀n del grupo de artistas, periodistas y disidentes. Seg繳n me dijo uno de los l穩deres de la sentada, Yunior Garc穩a, "hab穩a surgido una desproporci籀n dentro del grupo de personas radicales罈. Esos radicales se hicieron predominantes: 竄ramos unos muchachos casi todos sin experiencia pol穩tica, artistas con mucho ego y era bastante complicado el asunto.罈[2]

En otra parte he analizado el car獺cter y la din獺mica del 11J.[3]

Entre las principales diferencias entre el 27N y el 11J se encuentra la composici籀n social de ambos acontecimientos, sus consignas, el ingrediente de violencia, el foco y el mecanismo que originaron la cadena de nuevos manifestantes, los medios culturales en que se arraigaron, los muy diferentes espacios en que ocurrieron.泭

Ninguno de los dos, sin embargo, corresponde a una manifestaci籀n organizada, programada, liderada y controlada por un grupo o alianza de grupos, o por organizaciones pol穩ticas de oposici籀n. Menos a繳n a una convocatoria anunciada con dos meses de antelaci籀n, solicitada y desarrollada mediante una campa簽a en las redes y los medios antigobierno, que se autodescribe como pac穩fica, pero se declara dispuesta a realizarse aunque no est矇 autorizada.

De manera que hasta el momento estos tres momentos solo se encadenan para quienes leen la pol穩tica en el campo de lo simb籀lico.

La pol穩tica cubana se divide en dos: el gobierno comunista y la oposici籀n anticomunista.

El mapa de la pol穩tica cubana se ha hecho m獺s complejo que nunca desde los primeros a簽os 60. La novedad en el mapa de la izquierda cubana no radica tanto en sus varios marxismos y endosos ideol籀gicos, cuya diversidad ha estado presente en el abanico de ideas desde los 60. Tampoco en diferenciar el Estado y la Revoluci籀n, noci籀n elemental para los familiarizados con el ABC del marxismo, desde Marx y Lenin hasta Mao Tse Dong y Che Guevara.

En el alba de la Revoluci籀n, una izquierda que no se identificaba con el comunismo ni con el modelo sovi矇tico fue capaz de construir un vasto consenso, sobre la base de acciones pol穩ticas m獺s que sobre una ideolog穩a uniforme, que incluy籀 un marxismo diferente al sovi矇tico y al chino. Haber adoptado el marxismo-leninismo como ideolog穩a de Estado uniformiz籀 la educaci籀n pol穩tica, pero no suprimi籀 las diferencias y los matices en la cultura pol穩tica cubana, tambi矇n entre las propias filas del Partido.

En los 繳ltimos a簽os, se ha hecho m獺s evidente que los cubanos identificados a s穩 mismos como socialistas o comunistas incluyen corrientes y posiciones diferenciadas.

Los que se llaman revolucionarios, apoyan al gobierno, y se identifican con sus pol穩ticas, tambi矇n est獺n sometidos a un proceso de cambio, como resultado de todas las transformaciones ocurridas en la sociedad. Las pol穩ticas de reforma han formulado otro modelo socialista, distinto al defendido hasta ahora, lo que tiene un efecto sobre la conciencia pol穩tica heredada.

Si tomamos como punto de referencia a los militantes del Partido y de la Juventud Comunista, se trata de un conjunto heterog矇neo de cubanos, casi un mill籀n de personas. Si se examina su composici籀n demogr獺fica, se puede comprobar que se parece bastante a la sociedad cubana en su conjunto, en cuanto a la composici籀n de negros y mulatos, nivel escolar alto, una composici籀n casi equilibrada de mujeres y hombres, elevada presencia de profesionales y maestros, y una edad promedio mayor de 40 a簽os, como ocurre con esa sociedad.[4] Dif穩cilmente otros partidos pol穩ticos cuentan con una membres穩a cuantiosa y representativa.

La parte de la izquierda cubana que cr穩tica al gobierno sin quitarle su apoyo; y la que lo apoya, sin criticarlo, dentro y fuera del PCC y la UJC, probablemente sea la mayor穩a.

A esta corriente cr穩tica pertenece tambi矇n gente muy joven, de cuyo pensamiento y posturas pol穩ticas no se ha ocupado la prensa extranjera, ni la independiente, ni la de oposici籀n. Tampoco se han ocupado hasta ahora los medios oficiales, que han recelado de sus cuestionamientos. La prensa oficial suele soslayarlos por sus discursos cuestionadores. Y los medios oposici籀n los ignoran porque son la cara de una juventud que, a pesar de todo, no est獺 desencantada, ni abomina del liderazgo del PCC, aunque critica duramente su estilo y los atavismos del sistema.

En el contexto del 27N, uno de estos grupos se manifest籀 en el barrio predominantemente negro de Cayo Hueso en el coraz籀n de Centro Habana, con el objetivo de desmarcarse de la postura de los artistas del 27N y, al mismo tiempo, debatir cr穩ticamente los problemas del socialismo cubano desde la izquierda. Al hacerlo, discrepaban con lo que percib穩an como la derecha anticomunista representada por los grupos y medios opositores, as穩 como la ret籀rica de las organizaciones establecidas y los medios oficiales.

En general, las corrientes independientes abogan por una izquierda feminista, antihomof籀bica, ecologista, antirracista, democr獺tica; con sujetos emancipados del sentido com繳n liberal, y del dogmatismo estalinista; por un 竄socialismo hereje罈 que logre una socializaci籀n real del poder, un control popular sobre los medios de producci籀n, una econom穩a democr獺tica e inclusiva basada en la cooperaci籀n. Por lo general, son invisibles para la prensa extranjera, que no los considera noticia, como es el caso de los disidentes veteranos y juveniles.

Aun siendo mayor穩a, sin embargo, no es posible afirmar que esta izquierda que apoya al Partido Comunista compensa el encogimiento del consenso aportado por la crisis y la confusi籀n ideol籀gica reinante.

Lo que distingue a una corriente de esa izquierda ahora es postular que ambos, el Estado y la Revoluci籀n, se excluyen, y en adoptar una posici籀n directamente opuesta al gobierno y el Partido Comunista. Esta corriente descalifica e incluso niega legitimidad al gobierno. Al mismo tiempo, se desmarca de las posiciones anticomunistas t穩picas de la disidencia y del exilio duro, as穩 como de cualquier asociaci籀n con los Estados Unidos. De ah穩 en adelante, esta izquierda es un abanico muy diverso, desde socialdem籀cratas hasta comunistas, que abrazan lo mismo a Marx y Gramsci que a Mahatma Gandhi y el republicanismo de la Constituci籀n de 1940. Al mismo tiempo defiende el di獺logo y la reconciliaci籀n de todos los cubanos, no importan sus ideas pol穩ticas, en pro de algo identificado como el inter矇s superior de la Naci籀n.

El discurso de toda la izquierda cubana, por lo general, mantiene d矇ficits que arrastra la cultura de debate en el socialismo cubano, especialmente, la coherencia y el reconocimiento del otro. En particular, un extremo y otro de ese espectro, ortodoxos y libertarios, se interpelan, se propinan adjetivos m獺s que argumentos, y se consideran los custodios de la verdad y genuinos representantes del inter矇s nacional.泭

En cuanto a los que niegan al gobierno, suelen apelar a la misma raz籀n jur穩dica que anima las reformas para defender el di獺logo. Pero a menudo lo hacen en un tono poco dialogante, que reconoce al gobierno m獺s como punching bag que como interlocutor; y se dedica m獺s a denostarlo y cuestionarlo que a entablar una conversaci籀n con 矇l y el proceso de reformas.

La posici籀n de una parte de esta izquierda antipartido comunista respecto al ejercicio de las manifestaciones propone considerarlas como modelo para construir consenso ciudadano dentro de la sociedad cubana, lo que se aparta bastante de reconocer el papel de una institucionalidad capaz de articularlo y canalizarlo de manera coherente.泭泭

"Una rebeli籀n afrocubana."

Las im獺genes circulantes en las redes, y la racializaci籀n de la disidencia por el manejo medi獺tico del Movimiento San Isidro (MSI), describen las manifestaciones como una explosi籀n de descontento de los negros cubanos. Sin embargo, algunos datos no concuerdan con esta proyecci籀n.

El promedio nacional de negros y mulatos, seg繳n el 繳ltimo censo, es de 36% sobre el total de la poblaci籀n cubana. En la provincia de La Habana, es de 41%; y en algunos de sus municipios alcanza m獺s de la mitad de la poblaci籀n total.

En contraste, su presencia en la emigraci籀n cubana se estimaba hace dos d矇cadas en 3%. En Miami no hab穩a pol穩ticos elegidos, ni l穩deres de una organizaci籀n principal del exilio, ni investigaciones acad矇micas que los identificaran hace 20 a簽os.[5] En el grupo que se sent籀 a dialogar con el Ministerio de Cultura el 27N, predominaban los blancos de la capital con un estatus social de clase media. Solo 17% de los dialogantes eran negros y mulatos; y no llevaron precisamente la voz cantante en la movilizaci籀n, en la conducci籀n de la conversaci籀n, ni en los acontecimientos posteriores.

En cuanto al 11J, las 繳nicas manifestaciones que tuvieron lugar en municipios con una cierta proporci籀n de negros y mulatos ocurrieron en La Habana. Si se toma como indicador de la violencia de estas manifestaciones los asaltos a tiendas a nivel nacional, la gran mayor穩a de los municipios donde hubo asaltos a tiendas son m獺s blancos, o sea, menos negros y mulatos, que el promedio nacional. En las provincias donde negros y mulatos son mayor穩a absoluta, no hubo manifestaciones.

Estas se concentraron en localidades donde la proporci籀n de negros y mulatos est獺 por debajo del promedio: 唬獺娶餃梗紳硃莽 (25%), 唬棗梭籀紳 (23%), 勞羹勳紳梗莽 (22%), 勞羹勳娶硃 (18,3%), 晨棗梭眶喝穩紳 (14,4%). En San Antonio de los Ba簽os, donde se iniciaron las manifestaciones, aunque no hubo asaltos a tiendas, esa proporci籀n solo alcanza 21,1%.

Color de la piel en Cuba seg繳n municipios y violencia contra tiendas el 11J

TERRITORIO

BLANCOS %

NEGROS y MULATOS %

TIENDAS ASALTADAS

CUBA

64

36

41

San Antonio de los Ba簽os

79

21

0

Boyeros

65,8

34,2

1

唬獺娶餃梗紳硃莽

75

25

14

唬棗梭籀紳

77

23

5

勞羹勳紳梗莽

78

22

5

晨棗梭眶喝穩紳

85,6

14,4

1

Bayamo

41,5

58,5

1

勞羹勳娶硃

81,7

18,3

1

Matanzas

71,9

28,1

2

Prov. La Habana

58,4

41,6

4

泭--Centro Habana

48

52

ND

泭--唬梗娶娶棗

55,4

44,6

ND

泭--10 de Octubre

59,1

40,1

ND

泭--Arroyo Naranjo

54,5

45,5

ND

Otros 7 municipios (1 tienda en cada prov.): Mayabeque, Artemisa, Granma, P. del Rio, Camag羹ey, S.Spiritus, Las Tunas

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Las acciones violentas en la capital, iniciadas cinco horas despu矇s que en el resto del pa穩s, ocurrieron en barrios con alta presencia de negros y mulatos. Es el caso del Cerro (44,6%), 10 de octubre (40,1%), Centro Habana (52%%). Arroyo Naranjo (45,5%). Sin embargo, en otros municipios habaneros donde negros y mulatos est獺n sobrerrepresentados no hubo protestas. Es el caso de La Lisa (40,5%), San Miguel del Padr籀n (46,4%), Guanabacoa (38,2%), Habana del Este (42,4%), Marianao (46,8%). En La Habana Vieja, con 52% de negros y mulatos, no hubo manifestaciones.

Finalmente, en las provincias de Cuba donde predominan negros y mulatos como mayor穩a absoluta, por encima de la capital, como Santiago de Cuba, Guant獺namo, Granma (excepto Bayamo), no hubo manifestaciones ni violencia.

"Un conflicto generacional y una rebeli籀n juvenil."

Muchos an獺lisis de las protestas, de un lado y de otro, recurren a una radiograf穩a generacional. Si la presencia mayoritaria de j籀venes en las manifestaciones, las redes, los enfrentamientos con la polic穩a, fueran la clave para entender su significado, el problema estar穩a muy localizado.

El total de la poblaci籀n cubana en edad laboral con menos de 35 a簽os es de 25%. Como se sabe, las dos generaciones cuya primera visi籀n del socialismo fue el Periodo especial, creci籀 y se socializ籀 en una Cuba diferente a la de sus padres. Esa condici籀n hist籀rica, as穩 como su presencia en las manifestaciones y en las redes, no implica, sin embargo, que ellos sean el n繳cleo del malestar y el disentimiento. Esta visi籀n reduccionista y generalizadora tiende a estigmatizarlos, y tambi矇n contribuye a sesgar la pol穩tica. Razonar que los j籀venes son parte integral de la soluci籀n no equivale a identificarlos con "el problema." Mirarlos como ciudadanos sin ideas propias, requeridos de tutela, o por el contrario, portadores de la verdad, no es sino una forma de paternalismo.

En primer lugar, esas dos generaciones no son un conjunto homog矇neo. La visi籀n que los representa como una masa monol穩tica parece ignorar, por ejemplo, que est獺n integradas por grupos sociales, ocupaciones, niveles educacionales, color de piel, regiones diferentes. Casi una cuarta parte de ellos vive en zonas rurales. En edad de estudios secundarios y universitarios hay casi una tercera parte de los menores de 35, o sea, 9,7% de la poblaci籀n total. Asumir que la voz de un dramaturgo de 晨棗梭眶喝穩紳 es la de un cooperativista de Consolaci籀n del Sur, un deportista de La Herradura, un maestro de Trinidad, un estudiante universitario de Guant獺namo o un emprendedor de Camag羹ey, borra esas diferencias.

Si las redes, las manifestaciones y la sociedad civil cubana fueran lo mismo, casi no existir穩a otra Cuba. Por ejemplo, la de los mayores de 60 a簽os. Ellos son ahora mismo 21,34% de todos los cubanos. Tambi矇n forman un conjunto muy heterog矇neo, social y pol穩ticamente. Muchos han sido golpeados de manera m獺s que proporcional no solo por la letalidad de la pandemia, sino por la ca穩da del ingreso, la imagen social depreciada, la p矇rdida de autonom穩a y poder de decisi籀n en los n繳cleos familiares. Suponer, sin embargo, que no significan como consenso pol穩tico porque no inundan las redes o salen en manifestaci籀n subestima su lugar en la sociedad, su aptitud para disentir y enjuiciar por su cuenta lo que les rodea, su experiencia y conocimiento acumulados, la capacidad de much穩simos para mantenerse activos, no solo laboralmente, sino como ciudadanos que participan.

Si el rol de las generaciones por encima de 55 respecto a la Cuba futura est獺 limitado por el tiempo, eso no significa que ahora mismo sean un factor desestimable en su construcci籀n. M獺s bien el lugar que ocupan en el proceso de transici籀n en curso resulta insoslayable, como se puede apreciar si se revisa el mundo de la cultura, la ciencia, la academia, la esfera p繳blica, el debate de ideas, la producci籀n ideol籀gica, la cultura pol穩tica emergente.

En rigor, ver como islas separadas a los j籀venes y a los viejos, a los pobres negros y blancos, a las mujeres de todos los colores y edades, a la poblaci籀n rural, olvida que la inmensa mayor穩a no vive en ning繳n barrio de La Habana o Matanzas, y que todos y todas conviven en familias, comunidades y redes sociales reales, donde interact繳an, cooperan, y tambi矇n disienten entre s穩. Estas redes sociales reales, no menos importantes por menos visibles en las pantallas de las redes digitales, resultan clave para interpretar la demograf穩a pol穩tica viva de la sociedad.

Este es el momento para que la pol穩tica de zanahoria y garrote funcione con Cuba.

Aunque en el pasado esa pol穩tica fue siempre contraproducente, la debilidad actual del gobierno cubano ofrece una oportunidad 繳nica para forzar la democratizaci籀n en la isla. En medio de un nuevo Periodo especial, sin los Castros en el poder, y con se簽as claras de inestabilidad pol穩tica en la poblaci籀n, el momento no aconseja sentarse a negociar para facilitarle las cosas al nuevo gobierno, ni quitarle el pie del cuello. En los 25 meses de negociaci籀n entre Obama y Ra繳l Castro, este obtuvo todos los beneficios, y no fue capaz de ninguna concesi籀n. Sin vincularse a cambios internos, los progresos en la normalizaci籀n no tienen sentido para el inter矇s de EEUU.

Estados Unidos siempre ha patrocinado a los disidentes y, de paso, ha contribuido a que muchos cubanos los vean a todos como oposici籀n ileg穩tima y mercenarios a su servicio. Como en 1960-66 y en1992-96, cree que ha llegado el momento de montarse en la actual crisis y precipitarla a su favor. A diferencia de 1961, 1982-83, 1996, no parece estar considerando el ataque militar, pero s穩 ha vuelto a asignarles tareas a los encargados de operaciones encubiertas, como en los 70 y los 90. Una situaci籀n econ籀mica dif穩cil, una sociedad civil protestona m獺s desigual y diferenciada, que antes de la pandem穩a ya sal穩a y entraba en un flujo continuo, y recib穩a a cuatro millones de turistas, junto a un creciente sector privado, en medio de un dif穩cil ajuste monetario, y bajo los efectos prolongados de la Covid, le hace percibir que el r矇gimen se encuentra muy vulnerable.

A pesar de que ni los iniciadores del 27N ni la mayor穩a de los que manifestaron el 11 de julio de 2021 se alinearon con la pol穩tica de EEUU, este se presenta como su portavoz. En efecto, a colaci籀n del 27N, el Departamento de Estado defini籀 el rol del Encargado de negocios en Cuba como 竄amplificar los gritos de disidentes, activistas, periodistas independientes y de la comunidad religiosa que defiende sus derechos de asociaci籀n y orar libremente罈. Michael Kozak, lo dijo con todas sus letras: se trata de "un momento 籀ptimo en la historia de Cuba.罈 A EEUU le toca 竄refinar罈 la pol穩tica hacia la isla, con el objetivo de fortalecer la sociedad civil y el sector privado, pero "no al r矇gimen." Y esta "pol穩tica est獺 forzando una peque簽a negociaci籀n entre el gobierno y el pueblo de Cuba."

Se trata de una estrategia de doble v穩a, aplicada en otros escenarios, como el venezolano, aunque en otra escala. Se propone maniobrar en el plano de la seguridad nacional, mediante acciones dirigidas a apoyar a los grupos de oposici籀n m獺s beligerantes, y a capitalizar sus marchas supuestamente pac穩ficas. Su objetivo principal no es paramilitar, sino pol穩tico. Apoya a grupos disidentes de nuevo tipo, percibidos como subversi籀n ideol籀gica. Su objetivo no es derrocar al gobierno, sino hacerle pagar un costo pol穩tico, en una estrategia de desgaste, dirigida a crisparlo, empujarlo a trancar el juego, cerrar los espacios de libertad de expresi籀n propiciados por la pol穩tica desde los a簽os 90, y llevarlo a usar medios policiales e instrumentar acciones operativas para enfrentar escenarios pol穩ticos in矇ditos, que se convierten en desaf穩os a la seguridad solo si escalan y se manejan de manera contraproducente.

Esta estrategia no tiene nada que ver con facilitar la democratizaci籀n, sino m獺s bien con provocar el endurecimiento; no promueve el entendimiento, pues reaviva la mentalidad de fortaleza sitiada, y emborrona el camino que abrieron las medidas de confianza mutua de Obama.

Palabras finales: las manifestaciones como recurso y problema pol穩tico en una sociedad socialista.

El hecho de que la Ley no sea en ninguna parte el espejo de la pol穩tica no significa que las normas acordadas en la Constituci籀n cubana reci矇n aprobada en 2019 carezcan de significado pol穩tico. Aun con sus limitaciones, este nuevo marco juridico contribuye a establecer no solo referentes institucionales, sino concepciones para hacer pol穩tica de otra manera. Entre estas se encuentra el reconocimiento a la legitimidad de manifestaci籀n p繳blica, reuni籀n y asociaci籀n (art. 56). Para que las instituciones de la ley y el orden se miren en ese espejo, se requiere una voluntad pol穩tica que se lo proponga, y un proceso pol穩tico que la acompa簽e, mediante una pr獺ctica que lo ajuste, no solo una norma que lo estipule. Imaginar que ocurrir獺 por obra y gracia de la nueva Constituci籀n y de las leyes que se derivan de ella es una visi籀n ingenua de la pol穩tica y del papel de la ley.

Habr穩a que plantearse ante todo cu獺l es el significado de las manifestaciones p繳blicas. Se trata, ante todo, de un acto de libertad de expresi籀n. Visto en el contexto cubano actual, habr穩a que preguntarse c籀mo juegan con la realidad de la sociedad cubana actual.泭

泭No ha habido antes un momento como este en t矇rminos de libertad para criticar al gobierno, en las redes sociales, pero tambi矇n en los medios p繳blicos, ni para acceder a informaci籀n de fuentes muy diversas, incluidas las de la oposici籀n; tampoco una mayor libertad para entrar y salir del pa穩s.

Expresiones de disenso identificadas a fines de los a簽os 80 y primeros 90 como 竄contra la revoluci籀n罈 se han hecho parte de la conversaci籀n diaria, incluida la de militantes del PCC. El discurso de Ra繳l Castro normaliz籀 esa discrepancia: 竄acostumbrarnos a decirnos las verdades de frente, discrepar y discutir, incluso ante lo que digan los jefes罈 es un derecho 竄del que no se debe privar a nadie罈. 竄El debate sin ataduras a dogmas y esquemas inviables罈, 竄dialogar con los ciudadanos罈, entender que 竄nuestro peor enemigo no es el imperialismo罈, ni sus aliados en la isla, sino 竄nuestros propios errores罈, las 竄visiones estrechas y excluyentes罈, defender un partido 繳nico que para serlo tiene que ser 竄el Partido de la Naci籀n Cubana罈, 竄el m獺s democr獺tico罈, ser capaz de 竄promover la mayor democracia en nuestra sociedad罈, acabar con el estilo de unos medios y una burocracia que reflejan 竄la vieja mentalidad罈.

Sin embargo, ni los aparatos estatales y pol穩ticos, ni los medios de difusi籀n que los acompa簽an, se han sincronizado con esa nueva normalidad discrepante promovida por Ra繳l Castro.

En una situaci籀n de polarizaci籀n agravada, no es extra簽o que se activen los anticuerpos del sistema, y proliferen las corrientes m獺s proclives al s穩ndrome de fortaleza sitiada. Son las que identifican toda discrepancia como cuerpo extra簽o y cada diferencia como enemiga, postulan que la seguridad nacional est獺 en juego literalmente en todas partes, y terminan metiendo en un mismo saco a discrepantes y a contrarrevolucionarios. Esa reacci籀n autoinmune tiende a producir respuestas inflamatorias, y que las instituciones pol穩ticas se abroquelen.

El predominio de esos vidrios polarizados, y el da簽o que puede causar en una circunstancia especialmente tensa como la esta transici籀n, puede conllevar una escalada, que solo una pol穩tica ecu獺nime puede prevenir.

Adem獺s de expresarse libremente, 聶qu矇 otro sentido puede tener una manifestaci籀n? 聶Demostrar fuerza y capacidad movilizativa? 聶Contribuir a la cohesi籀n ideol籀gica o los intereses compartidos de un grupo o corriente? 聶Cu獺l es su objetivo 繳ltimo? 聶Ganar m獺s adeptos? 聶O presionar al gobierno o a una instituci籀n, para obtener un reclamo? 聶Darle voz al malestar de todos los que quieran sumarse, por las razones que sean? Obviamente, la manifestaci籀n no constituye un ejercicio de di獺logo, un entorno controlado que permita desarrollar medios de confianza mutua, avanzar en un proceso negociador, ni construir entendimiento.

Entonces, 聶cu獺l es la raz籀n para recurrir a una manifestaci籀n mejor que a otros medios? Por ejemplo, canalizar una reclamaci籀n legal, institucional, pol穩tica, o de otra 穩ndole. 聶Un di獺logo? 聶Una declaraci籀n, un comunicado, una carta abierta?

聶Es posible asegurar que se respete el plan de una manifestaci籀n --agenda, trayectoria, espacio, duraci籀n, concentraci籀n de personas? 聶En qu矇 medida se puede garantizar que no haya violencia f穩sica o verbal? 聶Que no se mezclen provocadores? 聶Que las autoridades no se vean presionadas para intervenir?

Aunque una ley no respondiera todas estas preguntas, sin promulgarla ser穩a muy dif穩cil contstar ninguna.

Sin embargo, no basta con reunir todas estas preocupaciones para tener una respuesta. 聶C籀mo deben aprender a actuar las instituciones que respondan a una manifestaci籀n, especialmente en un pa穩s donde no tienen lugar habitualmente? 聶C籀mo hacerlo de la manera m獺s eficaz y constructiva? 聶Evitar la violencia? 聶Mantener el orden e impedir la escalada del conflicto? 聶Encontrar una soluci籀n, sin debilitar el respeto a la ley y el orden ciudadano?

La manera de colocarse ante todas estas cuestiones permitir獺 medir hasta qu矇 punto una democracia socialista se abre camino.

Notas

[1] Rafael Hern獺ndez, Anatom穩a del 27N cubano y su circunstancia, Nueva Sociedad, enero 2021. https://nuso.org/articulo/anatomia-del-27n-cubano-y-su-circunstancia/

[2] Entrevista del autor a Yunior Garc穩a, Argos Teatro, 6 de diciembre de 2020.

[3] Rafael Hern獺ndez, Conflicto, consenso, crisis. Tres notas m穩nimas sobre las protestas, OnCuba, 21 julio, 2021. https://oncubanews.com/opinion/columnas/con-todas-sus-letras/conflicto-consenso-crisis-tres-notas-minimas-sobre-las-protestas/

[4] Rafael Hern獺ndez, Political Demography and Power Institutions in Cuba, en China織s Experience from an International Perspective, ed., Zhang Xiaomeng, Renmin University Press, Beijing, 2021.

[5] US Black and Cuban American Bias in 2 Worlds, The New York Times, Sept. 13, 1997. https://www.nytimes.com/1997/09/13/us/black-and-cuban-american-bias-in-2-worlds.htm